En medio de la profunda y duradera crisis económica
que estamos padeciendo no todo son malas noticias. En el caos siempre surge
algo positivo. Es como aquello de la acción y reacción, o como dice el viejo
refrán: “no hay mal que por bien no venga”.
En el caso de las Fuerzas Armadas, gracias al
mal de la crisis la gente está viniendo a alistarse en mayor cantidad que hace
unos pocos años. Esto es normal, cuando hay crisis hay paro, y el que puede,
trata de buscar cobijo en algo seguro aunque la paga no sea mucha. En mí ya un
tanto dilatada vida, lo he visto varias veces. Nunca falla. Y esta vez no iba a
ser una excepción.
De los tres grandes recursos tradicionales:
personal, material y financiero, en una crisis el primero en sufrir las
consecuencias con recortes y reducciones es el recurso financiero. En lógica
sucesión y como directa consecuencia, le sigue el recurso de material, ya que
la falta de dinero supone recortes en la adquisición de nuevo material y mermas
en el mantenimiento del material ya existente. Y de forma inmediata, también
afecta al recurso de personal con recortes de plantillas, reducción de
salarios, disminución de complementos y cosas por el estilo. Pero es aquí donde
se llega a producir el efecto inverso en la gente, ya que aunque en las Fuerzas
Armada (como en otros puestos de la Administración) haya recortes en las
nóminas y los complementos sean reducidos, el que entra tiene algo seguro, cosa
que no puede decir el que está en la calle. Y si no se pueden ganar 1.000 euros
al mes, bienvenidos sean 800, que menos da una piedra.
Por esto no tiene nada de extraño lo que se
comenta en los medios de comunicación y a pie de calle. En los últimos años, el
número de los que llaman a la puerta de las Fuerzas Armadas para entrar como
soldados o marineros se ha multiplicado por siete (si; nada menos que x 7). ¿Y
esto en que se traduce? Pues en que más o menos se están presentando a razón de
15 aspirantes por plaza. Que ya es decir.
También se traduce en que desaparecen las
vacantes. Las plantillas se completan, y además lo hacen con gente más cualificada
y mejor preparada, ya que además de haber aumentado el número de aspirantes, ha
aumentado su nivel intelectual y de formación. En primer lugar resalta el hecho
de que por primera vez en la historia, el 5 % de los nuevos aspirantes a
soldados y marineros son licenciados o tienen nivel universitario. Además, el
70 % han cursado la enseñanza secundaria, cuando este nivel hace pocos años no
llegaba ni al 50 %. Por otra parte, está aumentando en número de aspirantes
nacionales. Y la media de edad ha aumentado como consecuencia del aumento del
límite de edad de ingreso establecido por el Ministerio de Defensa en 2009, que
pasó de 27 a 29 años.
O sea, que como consecuencia de la crisis, las
plantillas de soldados y marineros se rellenan y completan con mejor personal,
más preparado, y por su edad, más responsable. Lo dicho: “no hay mal que por
bien no venga”
Marcelino González
Tienes razón, yo lo he notado en otros sitios, sin alejarme mucho de casa, en el supermercado de la esquina, en los últimos años tod@s las cajer@s (pongo @ para que no me tachen de machista ni de lo contrario) eran inmigrantes, ahora se vuelven a ver madrileños nativos.
ResponderEliminarEsto, no cave la menor duda lo impone la necesidad. Lo que es una pena es que no se valore lo que tenemos. ¿Por que hay que despreciar un trabajo? El que sea en un país que tiene un paro estructural superior al 8 o 9%.
Pero volviendo al entorno marítimo que es nuestro tema. ¿Sabes si también ha aumentado el empleo entre lugareños en las tripulaciones de los barcos?
Me llamó mucho la atención, cuando el secuestro del Alakrana, que una gran parte de la tripulación era procedente de países africanos.
Tamíén se que muchos marinos mercantes tienen que embarcarse en buques extranjeros. ¿Por que?